(es) SENTIR EL SENTIMIENTO – LA MEDITACIÓN AL SERVICIO DE LAS DINÁMICAS DEL SENTIR

Escrito por Pável MODERNELL 

Cuando los mamíferos desenvolvieron el segundo cerebro, que ahora conocemos como el sistema límbico, las respuestas conductuales automáticas de los reptiles se volvieron más intencionales y sofisticadas. El nuevo cerebro se volvió más capacitado para integrar las instrucciones ciegas del diencéfalo con la percepción de las características del contexto. En consecuencia, los mamíferos primitivos pudieron idealizar planos más inteligentes para satisfacer los instintos de sobrevivencia y reproducción. Desde ese momento de la evolución, las emociones son estados intermedios entre las reacciones hipotalámicas ciegas y la plena consciencia de las causas y propósitos de las circunstancias del vivir. 

A medida que el sistema límbico procesa la información, ésta se transforma en una experiencia cada vez más subjetiva, y entonces lo llamamos sentimiento. Las emociones son el conocimiento inconsciente de una disposición automática a actuar de una determinada manera frente a una determinada circunstancia con un determinado propósito, al servicio de la sobrevivencia. Son el punto de partida de un proceso que las transforma en sentimientos. Generalmente, la experiencia emoción-sentimiento es un estado intermedio donde se mescla la urgencia a actuar y la consciencia operativa de las circunstancias. Las emociones y los sentimientos no son fenómenos independientes, y si extremos de un proceso continuo de aumento de la consciencia y descenso de la urgencia de actuar. La base neurobiológica de este proceso está en el sistema límbico. El proceso neuronal que va de la emoción al sentimiento se inicia con la activación de la amígdala, continua a través del córtex singular y termina en el córtex prefrontal. La emoción, el comienzo de este proceso, se inicia con un conocimiento inconsciente de la urgencia automática a actuar, procedente del diencéfalo y, en la medida en que este impulso se va volviendo más y más consciente, avanza hasta finalizar en la experiencia puramente subjetiva de un sentimiento completamente desarrollado. 

Las emociones crudas no son opiniones, están demasiado próximas de las decisiones hipotalámicas automáticas y son percibidas como razones vegetativas con urgencia a la acción, una opinión requiere de un procesamiento previo. El punto es que las emociones crudas serán procesadas por el sistema límbico y transformadas progresivamente en sentimientos subjetivos y conscientes. Los sentimientos no imponen una urgencia a la acción y pueden asociarse, combinarse y modificarse entre sí. Desde esta perspectiva, razón y emoción no se oponen ni compiten, más bien cooperan como secuencias sucesivas de procesamiento de la información y toma de decisiones. 

Es importante que comprendamos esto porque lo que aprendemos es a despreciar las emociones – y las personas emotivas – sobre el signo de advertencia de que pueden ser peligrosas, por lo tanto, una guia poco o nada segura a la hora de tomar decisiones. En coherencia con eso somos estimulados a bloquear, evitar e ignorar la experiencia emocional. Le son también atribuidas connotaciones de tipo “buenas” o “malas”, “positivas” o “negativas”, y podemos estar de acuerdo con que algunas emociones-sentimientos pueden ciertamente no ser de nuestro agrado, pero todas ellas traen informaciones relevantes. No hay emociones destructivas, hay si formas destructivas de relacionarse con las emociones. Además, el problema no es si nos gusta o no el sentimiento que estamos experimentando, lo que importa si, es que seamos capaces de entender la información que esa experiencia nos trae y usarla para transformar las circunstancias en nuestro beneficio. En este caso, entender la información no significa explicarla, racionalizarla o buscar la causa del sentimiento, sino tomar consciencia del significado de la vivencia sentimental. De lo que estamos hablando es de sentir el sentimiento, algo que por naturaleza es contraintuitivo, pero sobre lo cual es posible trabajar. Muchos tratados de psicología enfatizan la importancia de entrar/estar en contacto con los sentimientos, pero ninguno explica cómo hacerlo. El propio Buda recomienda meditar en el sentimiento, solo que no dice cómo. Dicho de un modo resumido, lo que proponemos es entrenar y desenvolver la concentración pasiva en las dinámicas del sentir, esto es meditar en el sentimiento. 

Sabemos que en ciertas ocasiones los sentimientos pueden ser de tal intensidad que el sistema límbico no es capaz de procesarlos. Atendiendo a esto, la naturaleza ha proporcionado a los seres humanos un mecanismo pro homeostático único – aunque se sospecha también presente en otros mamíferos – de transferencia de sentimientos fuertes y desbordantes desde el canal de los sentimientos al sistema sensomotor: se trata del reflejo natural del llanto. El llanto descarga el dolor de las tensiones de modo inofensivo a través de la activación de sistemas musculares complexos y de ciertas funciones parasimpáticas. En cuanto sentir el sentimiento avanza, nos damos cuenta de la calidad agradable o desagradable de los sentimientos, al tiempo que estos se van diluyendo en su transitar. Naturalmente, no nos resistimos a la experiencia de la manifestación de sentimientos placenteros, sin que con ello nos demos cuenta de que es eso lo que hace con que su durabilidad sea menor que la de los sentimientos que nos traen una experiencia desagradable. Entretanto, al evitar sentir lo que estamos sintiendo, transformamos nuestra experiencia del sentir en un dolor crónico, que probablemente hasta el momento no teníamos idea que era posible evitar. Entiéndase, no nos queremos quedar allí, pero si transitar.

Referencias bibliográficas 

De Rivera, L. (2018) Meditación sentimental. In Autogenics 3.0. La nueva vía al Mindfulness y la meditación. Ed. ICAT.